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Crónica de una Obsesión: El Barranco de Jamapa.

Ramón Espinasa Pereña

Actualizado: 26 ene 2022


 

 

Antecedentes:

En diciembre de 1980, mientras realizaba mi primer ascenso al Citlaltépetl o Pico de Orizaba (5,610 m), pude observar que el Glaciar de Jamapa, sobre el que veníamos subiendo, drenaba hacia un profundo barranco. Tres años antes había hecho el clásico y bellísimo descenso de la Barranca de Nexpayantla, en el Popocatépetl, por lo que le pregunté a mi padre si el Jamapa no formaba un barranco similar, pero contestó que no sabía. Tiempo después, en el programa trimestral del Club de Exploraciones de México A.C. (CEMAC) alguien programó una excursión para “seguir el río Jamapa desde el glaciar hasta el mar”, por lo que asumí que, si existía una barranca, no presentaría cascadas ni otros obstáculos.

 

 

En agosto de 2004 Gustavo Vela, Vicente Loreto y yo pasamos la noche en Coscomatepec, Veracruz, después de una semana prospectando en busca de cuevas en la región. Al día siguiente, decidimos regresar a México subiendo por la terracería que asciende hacia el albergue de Piedra Grande y luego baja a Tlalchichuca, aprovechando que el vehículo de Gustavo tenía doble tracción, para conocer ese lado del volcán. Poco después de El Jacal, la última población, la brecha cruzó un collado y frente a nosotros se abrió una profundísima cañada, en cuyo fondo corre el Río Jamapa. Conforme el camino va ladereando los siguientes dos kilómetros, nuestras miradas no dejaron la oscuridad del barranco tratando de descubrir sus secretos, pero excepto algunas paredes medio ocultas entre el bosque, percibimos poco, aunque imaginamos mucho.

Finalmente alcanzamos el vado que cruza al Río Jamapa, aquí convertido en un arroyo de gélidas aguas de deshielo. Nos encontramos a 3,500 metros de altitud. El arroyo surge de una estrecha garganta aguas arriba, cruza la brecha y al cabo de unas decenas de metros se precipita por una cascadita al inicio de otra garganta mucho más profunda. Se adivina e intuye, más que ver, que abajo hay otras cascadas, pues la garganta gana profundidad rápidamente hasta donde los árboles en las empinadas laderas no nos dejan ver. Se antoja mucho…

De regreso en el CEMAC, pude contactar a algunos de los guías que habían programado la “barranca de Jamapa” para enterarme de que su excursión consistía en bajar, del albergue a 4,250 msnm, siguiendo el arroyo (rodeando dos pequeñas gargantas con cascadas pequeñas), hasta el vado de la brecha; pero que a partir de allí, seguían la brecha hacia El Jacal y veredas hacia Atotonilco, donde regresaban al río ya mucho más abajo. Por tanto, la garganta que habíamos visto estaba esencialmente virgen y nadie sabía nada de ella.

 

 

Primera Punta, Noviembre 2004:

Haciéndose de noche, con neblina y en medio de una llovizna de agua nieve, de repente descubrimos que estamos cruzando el vado del Jamapa y que hemos llegado a donde planeamos poner el campamento, pero el clima es tan agradable que nadie quiere bajarse de la camioneta. Al cabo de un rato parece que quiere escampar y Sergio Nuño, Arturo Robles, Greg Horne, Vicente y yo salimos a juntar madera y encontrar un buen lugar donde poner las tiendas de campaña. El lugar no es muy acogedor, pues está situado al borde de la terracería, pero poco a poco cada quien encuentra un sitio de su agrado, y aunque la madera está húmeda, el pirómano de Vicente pronto obtiene resultados. Unas horas después llega Francisco Ruiz (Curro) con sus perros, completando el grupo.

 

Al día siguiente lo primero fue reconocer el lugar. Incluso antes de desayunar, la garganta aguas arriba del vado ya era explorada por Vicente hasta alcanzar la base de una pequeña cascadita. Durante el desayuno Greg y Arturo se ofrecieron de voluntarios para iniciar el armado de la garganta principal mientras Vicente y yo buscaríamos alguna escapatoria. Siguiendo por la terracería, pronto localizamos una posible bajada al fondo del barranco y al seguirla alcanzamos el río después de bajar unos 100 metros de desnivel. Vicente y yo estábamos entre dos cascadas, por lo que no pudimos remontar hacia nuestros compañeros, pero les pusimos unas señales para que pudieran localizar la escapatoria.

Varias horas después seguíamos sin saber nada de Greg y Arturo, por lo que inicié el descenso hacia la escapatoria. Pronto los vi en el fondo del barranco, intentando trepar hacia el lado contrario, y a gritos logré indicarles la ruta correcta. Cuando me alcanzaron el esfuerzo del ascenso les había devuelto el calor, pero su relato del frío pasado bajo entumecedoras cascadas nos llenó a todos de aprensión, pues no creíamos venir preparados.

 

 

En aquel entonces nuestra experiencia en barrancos era casi nula, y habíamos llegado equipados como para una cañada tropical, es decir, con neoprenos en lugar de ropa impermeable. El más experimentado era Greg, un canadiense a quien apenas conocíamos (el usa un traje seco), y su filosofía de armado (derecho por el agua) no nos había convencido. Como además no habíamos encontrado otros accesos y escapatorias cercanos, nos resignamos a solamente hacer un descenso fotográfico del tramo explorado, 9 cascadas, antes de regresar a México, por lo que al día siguiente así lo hicimos. En este descenso comprobamos que el neopreno no es el atuendo más adecuado, y sí lo es en cambio un traje de PVC sobre ropa interior de polipropileno. También obtuvimos algunas fotos muy impresionantes.

El regreso a México lo hicimos vía Coscomatepec-Fortín-Orizaba, lo que resultó ser una vuelta muy larga, pero las condiciones de la terracería en esa dirección son mucho mejores y pronto estamos sobre el pavimento.

 

 

Segunda Punta, Abril 2007:

A las diez de la noche de un jueves santo empezamos a subir el nuevo puente del Distribuidor Vial Zaragoza-Ermita. Llevamos ya casi 6 horas de tráfico desde que salimos de casa. Esta noche la pasaremos en un motel de paso poco después de la Cd. de Puebla, jurando no volver a cometer el error de salir de expedición al mismo tiempo que toda la Ciudad de México sale de vacaciones.

Así es que al día siguiente emprendemos el largo recorrido alrededor del Citlaltépetl vía Orizaba-Fortín-Coscomatepec y de allí la larga terracería a El Jacal, pues no todos los vehículos tienen doble tracción para entrar desde Tlalchichuca. Junto con nosotros llega al campamento el frente frío número no-se-cuantos, por lo que el clima en lugar de soleado y hermoso será medio nublado y bastante fresco.

 

 

Han pasado dos años y medio y hemos adquirido bastante experiencia, pero somos un grupo pequeño: Chris Lloyd, Vicente, Curro, mi papá, mi esposa Ruth y nuestra hija Sofía, de 4 años. Tanto Curro como mi padre han especificado que con ellos no contamos en el cañón, pues le temen demasiado al agua fría. Por ello nos resignamos desde un principio a dedicar esta expedición a reconocer en detalle posibles accesos y escapatorias del barranco.

El primer día, mientras mi padre y Chris remontan el río hasta alcanzar los arenales abajo del albergue, comprobando que en ese tramo no hay gargantas interesantes, Vicente y yo exploramos la pequeña garganta aguas arriba del vado, la que resulta tener una sola cascada en la que se requiere la ayuda de un pasamano. En cambio, resulta ser bastante fotogénica y Vicente le da con gusto a la cámara.

Otro día nos encuentra a casi todos bajando por los zacatones tratando de acercarnos lo más posible al barranco. De repente Chris grita que ha encontrado algo que queremos ver, y hacia el nos dirigimos. Lo alcanzamos en una airosa arista desde la que se puede ver, al otro lado de un profundo acantilado, al arroyo de Jamapa precipitándose por una profunda cascada de… ¿40, 50, 60 metros? ¿Quién sabe? Lo peor es que se puede ver que la cabecera del tiro es estrecha, por lo que no debe haber muchas posibilidades de armado para evitar el chorro directo del agua… Procuramos seguir, en lo que cabe, la orilla del barranco, y aun vemos numerosas cascadas, aunque nada tan grande. Después de varias horas, alcanzamos el cauce de un derrumbe que se origina desde la terracería y localizamos un sitio en el que una cuerda de unos 30 metros nos permitiría bajar hasta el curso del río (o salir de él): El Escape.

El último día Chris, Ruth y Vicente, aprovechando el descubrimiento de una prolongación de la primera vía de escape, arman y descienden tres tiros más en la garganta principal. Chris sale afirmando que llegaron “muy cerca de la gran cascada”. Sin embargo, en el primero de los rapeles se empaparon, por lo que la espera para armar los tiros siguientes (15 a 20 minutos por spit) nuevamente les cobra su precio al enfriarse bastante.

 

 

Semana Santa 2010:

Han transcurrido otros tres años. Nuevas experiencias y otras aventuras nos han mantenido lejos del Jamapa, pero el Jamapa ha seguido allí, y yo con él, en sueños y en pesadillas, bajando la gran cascada, empapándome y helándome hasta los huesos, para descubrir, después…

Pero esta vez no dejaremos nada al azar. Todos tenemos equipo adecuado, trajes de PVC y chamarras impermeables. Además he comprado un taladro de baterías, y Chris ha comprado otro de la misma marca, por lo que tenemos en total 4 baterías, con lo que supuestamente podríamos colocar cerca de 80 anclajes. Además seremos un grupo relativamente grande para cargar suficientes cuerdas, y por seguridad extra pensamos colocar una cuerda en El Escape, encontrado la ocasión anterior.

 

 

Justo cuando estamos terminando de cargar la camioneta, llama Chris: ¡El contingente de Guadalajara no va a venir por problemas de trabajo de última hora! El problema es que eso nos deja con la mitad de las baterías. Gustavo conoce a alguien que tiene un taladro de la misma marca y podría prestarnos una, así que salimos en grupo a la dirección indicada, pero al llegar nos damos cuenta de que su taladro es de 24V, y el nuestro es de 36V, y claro está, las baterías no son compatibles. Después de algunos momentos de duda nos decidimos: ¡Iremos, y si se acaban las pilas, pondremos buriles a mano!

Así que salimos el jueves santo a las 4:00 am. A esa hora hay poco tráfico, por lo que Roberto Rojo (Chibebo), Gustavo, Vicente, Ruth y yo pronto estamos desayunando en El Seco antes de subir por Tlalchichuca. Hacia las 11:00 llegamos al vado, lugar de nuestro viejo campamento, bajo un sol esplendoroso. El volcán está hermoso, con restos del manto de nieve que lo cubrió a principios de febrero y cuyo deshielo nos garantiza un caudal apreciable. Hay un nuevo letrero de conservación puesto por las autoridades del Parque Nacional, y mientras estamos fotografiándolo se detiene una camioneta con el logo de Parques Nacionales y dos Guardabosques se bajan a obsequiarnos con folletos y a darnos recomendaciones para hacer nuestra visita al parque más agradable. ¡Juro que por un momento me sentí en EUA o Europa!

 

 

Una hora después dejamos a Vicente y Chibebo al inicio del camino hacia El Escape para que vayan a colocar una cuerda, mientras Ruth, Gustavo y yo tenemos la misión de encontrar un lugar para acampar cerca de El Jacal y contratar una camioneta que nos suba hasta el vado al día siguiente, pues hemos decidido lanzarnos a por todo y la salida final del barranco, reconocida tres años antes, es por una brecha que baja al río desde El Jacal. Para nuestra sorpresa los lugareños han construido unas cabañas para los turistas y afirman que al día siguiente cualquiera puede llevarnos. A las tres de la tarde recogemos a los otros dos y nos instalamos en la cabaña a preparar y distribuir equitativamente el equipo, pues es bastante peso con taladro, baterías, bolts, plaquetas, maillones, cintas, tres cuerdas, cámaras, comida para tres días, ropa y equipo para el vivac, etcétera. No pesamos las mochilas, pero diría que llevábamos 20 kilos cada quien.

Esa noche, al resplandor de la fogata, no puedo dejar de notar que estamos todos bastante callados. Aunque el más atemorizado soy sin lugar a dudas yo, los demás no dejan de mostrar síntomas de preocupación ante lo que nos espera. Finalmente se apagan las últimas brasas y me despido de Vicente, último que queda despierto, antes de irme a acostar en la tienda de campaña que Ruth prefirió a la fría cabaña.

Viernes Santo. Nos despertamos hacia las 7:00 y desayunamos rápidamente. Levantamos la tienda de campaña y esperamos que se presente nuestro transporte. A las 9:00 llega el señor que nos había prometido llevarnos, para decirnos que siempre no tiene camioneta, pero que bajemos al pueblo a localizar una, cosa que hacemos, y afortunadamente pronto hemos negociado un transporte alterno.

Hacia las 10:30 estamos en el vado, acomodándonos las mochilas. Aparece entonces una pareja de motociclistas que, al vernos vestidos para barranco, no pueden ocultar su curiosidad y se detienen a platicar, con lo que perdemos otros 20 minutos. Ahora sí, nos cargamos las mochilas después de la rigurosa foto de grupo, y comenzamos a bajar por la ruta de la primera escapatoria. ¡Pero alto, parece que Vicente no viene!. Lo esperamos un rato y, cuando empezamos a desesperarnos aparece, para decirnos: ¡Hay un cuate atrapado al pié de la primera cascada del barranco y tenemos que rescatarlo!

 

 

Efectivamente, aunque parezca increíble, un grupo de jóvenes, que se ven muy poco experimentados, habían llegado al vado un rato antes que nosotros. Uno de ellos, pretendiendo tomar una foto, quiso bajar a rapel en diagonal hasta una repisa, pero la gravedad le ganó y se lo llevó a la vertical, donde sin equipo especializado no pudo volver a subir hacia sus compañeros. Rápidamente instalamos su misma cuerda en doble y Chibebo baja hasta el muchacho con un par de ascensores extra, le da una rápida lección de ascenso por cuerda y en menos de media hora el muchacho está fuera. Sin perder el tiempo en regañarlos, tomamos nuestras cosas y nos vamos, pues ¡ya está bien de perder el tiempo!

Así, no es sino hasta las 13:00 hrs que finalmente nos estamos equipando al final de la travesía por zacatón que nos lleva hasta el último tiro armado en la expedición anterior. Muestra de lo sobrecargados que vamos es que Ruth cae de espaldas al río y, como tortuga con caparazón, no puede levantarse por sí sola y se moja bastante, mientras que Vicente deja caer su mochila accidentalmente cascada abajo al acercarse a este primer rapelito de 4 metros.

Enseguida encontramos una hermosa cascada de 10 metros. Desde cualquier punto del borde el descenso implica un baño integral, pero una repisa a la izquierda me permite instalar fácilmente fuera del chorro. Cincuenta metros adelante y estamos allí, al borde de la gran cascada. Un tirillo de 3 metros, un par de pozas y es el vacío enorme, que se engulle al río Jamapa como una veloz flecha. Gustavo se ofrece a buscar manera de armarlo y con el taladro a cuestas y la misión de armar sin mojarlo, baja el tirito de 3 metros.

 

 

Lo vemos trepar hacia la derecha, asomarse, dudar, volver a asomarse, seguir dudando. Luego se baja de la repisa en que se ha trepado y sigue al arroyo, haciendo malabares y chimeneas sobre las dos pozas, para llegar al borde del tiro. Allí vuelve a intentar asomarse, vuelve a dudar, vuelve a mirar, y entonces pregunta si hay manera de subir hacia una repisa de zacatón al lado izquierdo, para llegar a un pino que ha echado raíces al borde del acantilado, allá enfrente a la izquierda. Ruth inmediatamente sale disparada hacia un afluente que se ha juntado al río 10 metros atrás y subiendo por él pronto está en dicha repisa y enseguida alcanza el pino. Así, en parte acobardados por el miedo a mojarnos, y en parte impresionados por la fuerte sensación de vacío, “hacemos trampa” y nos vamos a la repisa en lugar de armar por el fondo de la garganta.

Chibebo sube con Ruth y desde allí jalan las mochilas. Luego ponemos un pasamano hasta el árbol, y armamos con la cuerda de 70 metros, por si las moscas. El primero en bajar es Gustavo, limpiando un poco de hierbas y arbustos el borde del acantilado. Todos los demás lo seguimos. El tiro, aún “haciendo trampa” es hermosísimo y muy impresionante. Inmediatamente después, aún bajo la brisa de la cascada, hay otra caída de unos 5 metros, pero es evitable por la derecha.

Estamos en el fondo de una hermosísima garganta de paredes verticales. Y estamos secos y muy a gusto. Todas las pesadillas y miedos se han disipado. Un tirillo de tres metros, armado rápidamente con un bolt, nos lleva al borde de lo que en cualquier otro cañón sería un hermoso tobogán de tres metros que va a dar a una profunda y azul poza de agua cristalina… brrr. Ponemos otro bolt lo más alto posible y Ruth se lanza por la izquierda a intentar hacer travesía, llegando a una repisa desde la que puede bajar hasta la orilla de la poza y, estirándose y mojándose las piernas, logra alcanzar la orilla opuesta sin empaparse totalmente. Le hacemos llegar el taladro mediante la cuerda e instala otro bolt para que los demás pasemos en tirolesa. Seguimos avanzando por el fondo de la garganta, que se abre ligeramente. Doscientos metros adelante, encontramos el lugar de vivac ideal, con arena para las camas, una pared extraplomada que nos cubre de la caída de piedras, una arista que nos protege del viento, y abundante madera para hacer una fogata. Son ya las 5:30 por lo que decidimos parar aprovechando lo que la fortuna nos ha dado.

Más tarde, al calor de la fogata, Gustavo comentará que se arrepiente de no haber armado “por donde se debe” la cascada, afirmando sorprendido que la vista del gran tiro lo había impresionado. Los demás lo confirmamos: como espeleólogos, estamos “acostumbrados” a bajar grandes tiros en cuevas, pero en ellas usualmente no vemos el vacío, pues está oculto en la oscuridad, por lo que cuando en un barranco nos hemos enfrentado a un gran tiro, éste suele impresionarnos bastante.

 

 

Ya de noche, contemplo el estrecho fragmento de cielo que nos toca ver, y me sorprendo identificando a Marte, Géminis, Cáncer y en medio de ésta, al cúmulo estelar Praesepe (Messier 44), claramente visible a simple vista. Es sorprendente la ironía de estar verdaderamente metido en las entrañas de este planeta, y estar contemplando otros mundos.

Sábado de Gloria. A pesar de la presión que nos mete Gustavo, no empezamos a caminar hasta después de las 9:30, ya que primero nadie quiere dejar el calor de su sleeping, y después el desayuno toma su tiempo. El tramo que sigue es relativamente plano, aunque encontramos una cascadita que requiere una travesía expuesta para evitarla. Para asegurarla instalamos un pasamanos desde un árbol hasta… mí, que termino funcionando de anclaje humano.

Poco a poco el gradiente vuelve a aumentar, y pronto estamos contemplando un tiro sobre una roca en rampa, que inmediatamente reconozco pues lo fotografié cuando prospectamos hace tres años; debemos estar acercándonos a El Escape. Gustavo, al llegar al tiro en rampa, no quiere esperar a que le pongamos cuerda y se lanza en tobogán. Afortunadamente no pierde el control, pues la recepción es en rocas. Los demás bajamos tradicionalmente. Dos tiros después, cada uno con sus dos bolts, y llegamos a El Escape. Es mediodía por lo que hacemos un descanso, el primero del día, y comemos un tentempié.

Algunos metros adelante, encontramos un cuevón que ha sido evidentemente acondicionado para pasar la noche aplanando el suelo, además de que hay una vieja lata oxidada y una cruz de madera. Y eso que realmente creíamos que estábamos en un sitio inaccesible, pero esto demuestra que los cazadores y campesinos locales nos han precedido. Poco después encontramos un arroyo afluente por la derecha que, suponemos, es la ruta usada por los cazadores para bajar hasta el río.

Pronto estamos nuevamente bajando pequeñas cascadas una tras otra, cada una de las cuales nos sirve para burlarnos un poquito más de Vicente, quien desde El Escape y La Cueva había predicho que ya no encontraríamos más tiros. Claro que para estas alturas él dice que su predicción era que no encontraríamos “tiros grandes”. En eso, el barranco se abre a la derecha en un enorme circo fantástico. Muy arriba, dos cascadas afluentes se precipitan por un gran acantilado, mientras que a nuestro nivel el río se cuela entre la pared izquierda y una serie de enormes bloques redondeados y cubiertos de musgo. El taladro nos hace la vida fácil y bajamos por el centro un hermoso tiro de cerca de treinta metros de alto. Vicente no abre la boca.

El barranco se aplana pero también se alarga. Dos tiritos pequeños y numerosas escaladas nos llevan a una ampliación de la garganta poblada por gran cantidad de equisetos, especie de pastos tubulares que fueron la principal flora en tiempos de los dinosaurios. La ampliación se debe a la llegada por la derecha de un afluente. Empieza a hacerse tarde, así que cuando llegamos al siguiente tiro discutimos si seguir o regresar a acampar en la playa de los equisetos. Acordamos que Vicente baje el nuevo tiro y vaya a ver lo que sigue. Lo vemos brincar entre las piedras hasta llegar a lo que parece ser el borde de otro tiro. Un vistazo y es evidente que ha tomado la decisión de no seguir: Se ven al menos 2 ó 3 tiros y parece que el cañón se estrecha mucho más.

Así que dejamos ese tiro armado y nos volvemos unos cien metros. Recogemos madera, pero en su mayoría está húmeda, así que la fogata tarda mucho en prender. Cada quién busca su rincón para poner su vivac, pero la comodidad de la noche anterior se extraña. Finalmente, con la ropa seca, la panza llena y la taza de café en la mano, y con la fogata que finalmente se aviva, disfrutamos de otra espectacularmente estrellada noche, aunque solo la vemos por una estrecha hendidura. Especulamos acerca de lo que nos falta. Vicente ya no quiere opinar, pero todos estamos convencidos de que hemos avanzado mucho y ya debe de faltar poco pero, sin puntos de referencia en esta parte baja del barranco no tenemos mucho con que argumentar. Lentamente nos vamos a nuestros sleepings, arrullados por el rumor del río Jamapa.

 

 

Domingo de Resurrección. Madrugada. Hoy tenemos que salir del barranco, pues le pedimos a la gente de Jacal que si para el lunes no hemos salido, den aviso a las autoridades del parque. Con todo, hace frío, estamos entumidos y, por lo mismo, tardamos bastante en recoger el vivac. Comenzamos a caminar a las 9:40, horario de invierno, pues aunque esta noche ha empezado el horario de verano, decidimos no cambiar nuestro ciclo circadiano hasta haber salido. Al bajar el primer rapel, todos queremos ver el sitio que amedrentó a Vicente ayer. La verdad, tenía razón, pues es uno de los puntos más impresionantes del barranco. Afortunadamente, las dos cascadas que siguen pueden armarse fácilmente por la derecha mediante un par de bolts, aunque tenemos que cambiar la batería del taladro y usar el repuesto. Al estar todos abajo, la cuerda se atora, por primera vez en todo el barranco. Chibebo sube uno de los tiros y desde allí puede recuperar la cuerda sin mayor problema, aunque se ve obligado a instalar un nuevo rapel al enorme tronco que se aloja en este salto.

A poca distancia encontramos otra cascada, la número 22 de esta excursión (y la 34 del barranco), y esta sí, parece que nos va a obligar a una ducha integral. Intentando evitarlo, instalo una desviación a la derecha, para luego descubrir que la pared presenta suficientes apoyos y agarres como para hacerlo innecesario. Cuando Ruth recupera esta cuerda, los rayos del Sol nos alcanzan en el fondo de la garganta. Bellísimo.

Inmediatamente encontramos unas huellas. Al cabo de un par de cientos de metros, repentinamente la garganta se abre en el fondo de un majestuoso valle. Por la derecha un afluente parece depositar cientos de tablas y troncos en lo que hasta allí había sido un hermoso y cantarín arroyo. Es evidente que los talamontes tienen acceso a esta parte del valle y no más arriba. Chibebo lo describe de la manera más elocuente: es un árb-holocausto.

 

 

Nos tomamos un breve descanso. Son las 11:30 aproximadamente. Pronto encontramos una vereda paralela al río, que rápidamente nos lleva hasta el camino que sube hacia El Jacal. Al alcanzar la brecha, Ruth y yo dejamos nuestras mochilas al cuidado de los otros y en una hora subimos a El Jacal y regresamos con la camioneta. Como es aún bastante temprano, Chibebo y Vicente se ofrecen a bajar a El Escape a recoger la cuerda, de tal manera que ese mismo día podemos bajar hacia Tlalchichuca, muy a tiempo pues esa misma tarde entra un norte, tal que antes incluso de salir de la terracería empieza a llover bastante fuerte.

En Tlalchichuca no hay hoteles a precio decente así que nos seguimos a El Seco, donde nos amontonamos los cinco en una sola habitación. Después de una merecida ducha (¡con agua caliente!) terminamos la excursión descubriendo, al ver “Charlie y la Fábrica de Chocolate” por televisión, que nuestros trajes de PVC para cañones tienen una curiosa semejanza a las vestimentas de los “Umpalumpas”. Y pensando en cuál será la siguiente obsesión…

Postdata, Mayo 2010:

Tres semanas después estamos de regreso Gustavo, Vicente, Sergio y yo, con la intención de hacer el recorrido integral. Además queremos aprovechar para rearmar la primera parte y así evitar las tremendas y peligrosas mojadas de los primeros tres tiros, ya que suponemos que el barranco, por su belleza, localización y fácil logística se volverá pronto bastante popular.

Nos sorprende agradablemente el buen estado de los anclajes después de seis años a la intemperie, pues excepto estar cubiertos de una pátina de un polvo blancuzco (¡que cubre incluso la cinta de aislar con la que estaban marcadas algunas plaquetas!) no muestran huellas de oxidación ni maltrato. Sobre la naturaleza del polvo blancuzco de momento no teníamos idea, aunque el misterio pronto se resolvería.

 

 

El rearmado fue sencillo con el nuevo taladro, al menos hasta que perdí el martillo, lo que hizo que hundir los bolts requiriera la búsqueda de piedras adecuadas en cada sitio. Aunque no fue posible eliminar todas las mojadas, por lo menos ya no hay duchas integrales en pleno chorro de la cascada. Y pusimos anclajes de cabecera adecuados en la Cascada Grande, aunque he de confesar que, afortunadamente, nuevamente hicimos “trampa” y bajamos por el árbol de la izquierda para evitar la mojada. Digo que fue afortunado pues cuando ya estábamos abajo Gustavo y yo, y Sergio estaba a la mitad, el río comenzó a crecer notoriamente, y eso que el día había sido soleado y más bien caluroso…

Para cuando Vicente rapeleaba, estábamos ante una verdadera crecida, y el agua bajaba de un color blanco lechoso muy impresionante. En realidad, asistíamos al fenómeno que los lugareños llaman “alpinahua”, ¡una crecida del río causada precisamente por el día soleado y caluroso! El calor y el sol derriten el glaciar de la cara norte del Pico de Orizaba, por lo que a media tarde, poco después de la hora de más calor, se genera esta crecida que se mantuvo a un nivel alto hasta bien entrada la noche, cuando el frío nocturno congeló nuevamente las fuentes del Jamapa. El color lechoso del agua se debe a que arrastra grandes cantidades de “harina de glaciar”, polvo de roca generado durante el pulimiento de las rocas de la base de un glaciar. Durante la crecida, todas las zonas alcanzadas por el “spray” de una cascada quedan cubiertas por una película fina de ese polvo de roca, lo que explica la cubierta de los anclajes. Afortunadamente, alcanzado un volumen de unas 4 veces el caudal “normal”, la crecida ya no aumentó.

Nuevamente dormimos en el primer Vivac de la ocasión anterior, pero el segundo día el recorrido fue mucho más rápido, por lo que a media tarde salimos a la terracería. ¡Tuvimos incluso la suerte de que una camioneta nos dio aventón a todos hasta El Jacal! Esa noche la pasamos en El Seco después de un rico baño y una deliciosa cena.

Existen en el barranco de Jamapa un total de 32 rapeles, tres de los cuales requieren pasamano recuperable, además hay 2 travesías en las que también se instaló pasamano recuperable. Hay al menos otros diez resaltes en que bajamos escalando. Considerando que cargados como íbamos y rearmando algunos tiros, el primer día estuvimos 7 horas en movimiento (de 10 am a 5 pm) y el segundo día solamente 5 horas (de 10 am a 3 pm) para un total de 12 horas, es evidente que un grupo pequeño y eficiente, sin carga, podría hacer todo el recorrido en 10 horas o menos. Sin embargo, el riesgo de una alpinahua exige iniciar el recorrido muy temprano y/o ir cargados con equipo para pasar la noche, pues dicha crecida ocurre a media tarde y puede hacer infranqueables numerosos pasos.

 

 

Post-Posdata, septiembre 2010:

Esta temporada de lluvias produjo inundaciones y crecidas en toda la zona de las Altas Montañas de Veracruz, incluyendo el Jamapa. El vado y toda la zona que usamos de campamento en los primeros reconocimientos fueron barridos por flujos de lodo, que deben haber sido impresionantes. Es muy probable que la morfología de todo el barranco se haya modificado y muchos de los bolts que pusimos deben haber sido destruidos. Será muy interesante volver.

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